martes, 22 de marzo de 2016

Padre perdónalos porque no saben lo que hacen

Hay quienes pretenden y creen que tienen una verdad única y absoluta, ellos juzgan, condenan y declaran enemigo a quien no la acata. Con Jesús sucede todo lo contrario, nos enseñó a llevar un mensaje totalmente diferente en nuestro corazón. Jesús dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. ¿Quién no conoce estas palabras tan expresivas, relevantes y hermosas? Fue una de las plegarias intercesoras ante Dios más significativas que Jesús nos concedió. Palabras sencillas, precisas, claras y humildes.

Jesús simplemente, nos enseñó a perdonar desde la cruz. En ese instante en donde todo el sufrimiento, la miseria, el abandono, la traición, a la puerta de la nada, es cuando Jesús perdona a sus verdugos. Este signo es una magna expresión de la perfección del amor, de la misericordia, de la caridad, de desear el bien a pesar de todo. Sin duda: Jesús nos enseña a hacer lo mismo con nuestros semejantes.

 Orar por sus perseguidores fue lo que hizo Jesús. Nosotros debemos seguir su camino y hacer lo mismo acogiendo sus palabras; para finalmente ponerlas en acción a lo largo de nuestra vida. Simplemente Cristo como su Padre es rico en misericordia y quiere que todos nosotros estemos en paz con Él y nuestros semejantes por medio del perdón.

Quienes no saben lo que hacen, con más razón están más llamados al perdón porque son quien más lo necesitan (de pronto han cometido errores sin darse cuenta, o por simple ignorancia). La enseñanza es salir de nuestro vacío espiritual y entender, que a pesar de lo que nos pueden hacer, lo que Jesús pasó fue mucho más doloroso. A pesar de su sufrimiento incalculable el no guardo rencor, al contrario, oró por ellos. La virtud de perdonar y pedir perdón es la capacidad que nosotros debemos tener para producir un efecto positivo en nuestro corazón y en el de los demás. El perdonar es la mejor forma de demostrar amor. Dios no puede actuar en nuestra vida si nuestro corazón guarda rencor.

@carlosavilanr

viernes, 18 de marzo de 2016

La naturaleza de la Semana Santa

En una ciudad que pasa de todo, en un país que pasa de todo y en una comunidad que pasa de todo, pasan desapercibidas muchas celebraciones. La Semana Santa no es una semana más, nos dicen que es una semana de reflexión, que conmemoramos cosas muy importantes de la comunidad Católica; sin embargo para muchos no es así, para muchos es simplemente la excusa perfecta para salir a pasear, o para otros simplemente es una semana de trabajo más.

La percepción actual de la Semana Santa sin duda ha cambiado con el paso de los años. ¿Qué significa realmente esta semana? Es una época para pasar en familia, para descansar, para pensar en los actos cotidianos, una semana de vacaciones, de compañía, de limpieza espiritual, etc. Estas voces reflejan lo que realmente están pensando las personas. Nos hace pensar que el contexto cultural católico que teníamos acostumbrados a tener hace varios años ha cambiado. Antes era una real preparación, ahora ha cambiado este contexto; pero por otro lado sigue siendo una opción válida como oportunidad de cambio para nosotros los católicos. ¿Qué es lo que vivimos? ¿Por qué lo vivimos? ¿Vale la pena tener unos días centrales para fortalecer nuestra fe? Son muchas las preguntas que podemos deducir en torno al tema. Es un desafío para la iglesia católica.

En esta perspectiva hay que subrayar una paradoja. Según encuestas nos señalan que el 90% de los colombianos son católicos (que se confiesan católicos). Y precisamente no es para nada una maravilla, es un desastre, una desgracia. En un país marcado por la inequidad, por la violencia, por el machismo, por la corrupción, por la falta de oportunidades, por la corrupción política, etc. Si el 90% de las personas dicen ser católicos es porque realmente no lo son. Porque precisamente el corazón del catolicismo, del evangelio, está en contra de esa clase de sociedad, y de esa manera que vive esa sociedad. No hay ningún talante católico en este país.

Personalmente no le veo ningún inconveniente combinar un espacio de celebración de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, de autocrítica y autoevaluación con un espacio de descanso (y más en esta sociedad tan estresante). No hay una contradicción entre lo uno y lo otro. Pero si llama la atención –insisto- que este país que se hace llamar católico la celebración de la Semana Santa resulte como algo irrelevante.

Siempre hablamos de una celebración ¿Pero qué es lo que realmente celebramos? Que a ese Jesús que vieron crucificado, la comunidad cristiana empieza a decir que Jesús no ha muerto, sigue vivo y seguimos sintiendo su espíritu para continuar viviendo la realidad. La praxis de Jesús no la destruye los poderes de muerte de nuestro mundo, la fuerza de Dios está ahí presente y lo resucita. Y eso es lo que nos da fuerza para seguir y continuar viviendo en el hoy, la realidad cotidiana a la que nos enfrentamos día a día. Una construcción de hermanos y hermanas es la invitación, donde sea Dios quien realmente reina. Aquí es donde nos debemos quedar y hacer un alto en el camino. El verdadero desafío, independientemente si somos católicos o no, es que este contexto histórico sirva para tener un significado en nuestra rutina diaria  y así finalmente tener realmente un compromiso social por el bien de toda la humanidad.


@carlosavilanr